La tarea #5

[Kathleen Harriman]

Desde que me jubilé, he hecho muchos viajes. Por supuesto, algunos tuvieron problemas, pero voy a escribir sobre un viaje diferente.

Un día, antes de la pandemia, fui a Connecticut para visitar a mi familia. Algo extraño pasó: no podía registrarme para el vuelo de regreso a casa. Cuando llegué al aeropuerto, una mujer del servicio al cliente me dijo que mi vuelo había sido cancelado y que debía esperar con los otros pasajeros. Finalmente, después de media hora, ella llamó mi número de vuelo. Corrí rápidamente hacia ella y fui el primero en la fila. Mi nuevo vuelo salía inmediatamente hacia Dallas, así que tuve que correr a la puerta de embarque. Pero tenía hambre. Afortunadamente, había un Starbucks justo al otro lado de mi puerta. Compré un café y un parfait de yogur para el vuelo.

Tristemente, mi asiento era el del medio —el peor. Pero un hombre me tocó en el hombro y me preguntó: “¿Está bien si cambiamos de asiento? Quiero sentarme con mi esposa.” ¡Su asiento era de pasillo, mi favorito!

Cuando llegué a Dallas, tenía una hora antes del vuelo a Hartford. De repente, escuché mi nombre por los parlantes. Tenía que ir al servicio al cliente. Allí, la mujer me preguntó si quería sentarme en el mamparo, que es la parte del avión con más espacio. ¡Qué suerte!

Mi hermana me estaba esperando en el área de recogida de equipaje. Nos abrazamos y salimos. ¡Había un arcoíris doble! ¡Qué hermoso! Cuando llegamos a su casa, ya era hora de cenar. Mi cuñado me dio una copa de vino tan pronto como entré por la puerta, con una sonrisa y una cálida bienvenida. Cenamos una comida muy rica afuera, en su patio, mientras mirábamos su espectacular jardín.

Lo que comenzó como un día terrible terminó siendo un día fantástico.