Viajar

[Uda Olabarria Walker]

Para mí, viajar es como estar en un universo paralelo sobre todo cuando viajo sola. Por unos días o semanas dejo para atrás mi vida cotidiana; mis preocupaciones, la lista infinita de quehaceres que tengo en la mesilla a lado de mi cama, mis amigos, familia y el ruido y el ritmo de mi ciudad.

Volar es más y más difícil y cada vez te encuentras con más problemas: salidas y llegadas atrasadas, conexiones perdidas, azafatas mal educadas y equipaje pérdida. Pero, todavía, volar para mí es como esas horas en el aeropuerto y en el avión quedan suspendidas en el tiempo, y entre ellos puedo hacer lo que quiero y que mis acciones no cuentan en mi vida real. Aunque hoy día tengo un teléfono celular con email, y texto, y que en algunos vuelos puedo usar el internet y mi computadora, prefiero usar el tiempo volando para hacer, ni pensar, en nada. Disfruto del universo paralelo.

Compro un montón de revistas de moda y chismes, una variedad de antojitos que nunca como en mi otra vida, pero que en secreto me encanta. En los vuelos de poco distancia, gozo la necesidad de que tengo que comprar mi propia comida antes de embarcar y siempre compro una cena o un almuerzo que me apetece. ¡Hasta, a
veces como en McDonalds y Dunkin Donuts! En los vuelos de larga distancia, veo con gusto todas las películas que ofrecen, especialmente las películas horribles que no puedes ver en la vida normal porque tus amigos te burlan. Espero con anticipación la cena o almuerzo que ofrecen. Aunque la comida a
veces es asquerosa, me encanta abrir las cajetas de comida e investigar lo que contienen, ver lo que hay para el postre, y esperar mi bebida favorita—Ginger Ale.

Viajar es como estar fuera de tu cuerpo y tu cerebro, y fuera de todo el equipaje que llevas dentro. Muchas veces yo siento más libre cuando viajo. Los cinco sentidos se abren más y el sexto sentido que todos llevamos muy dentro, sale también. Por una semana o un mes, siento invencible y veo el mundo como una ostra- lleno de oportunidades y aventuras. Desafortunadamente, cuando llego a mi vida normal pierdo esos
sentimientos y esa libertad corporal y cerebral. Las horas dejan de ser suspendidos y caen rápidamente a la
tierra. Esta vez sin embargo, al regresar a San Francisco después de dos semanas viajando por Bilbao, Londres, Massachusetts y Vermont, tomo la decisión de no perder a esas sensaciones mágicas. Voy a
tratar de vivir con más alegría y libertad y voy a buscar un sitio en donde puedo suspender el tiempo y voy a viajar en mi propia ciudad—menos el almuerzo en McDonalds, por supuesto.