Cómo los burros cambiaron el curso de la historia de la humanidad.

[Helen Norris]

Tengo una debilidad por los burros. La primera vez o, por lo menos, la cual que recuerdo haber visto un burro fuera de un zoo estuvo en Tijuana. Yo tenía más o menos 10 años y había ido con mis padres y mi tía a Tijuana desde San Diego donde vivía mi tía. Solamente fue un viaje de un día pero todavía tengo una foto de nosotros 4, yo sentada en la silla de montar y los demás sentados detrás en un carrito. El pobrecito burro estaba pintado con rayas blancas y negras para parecerse a un zebra. Nos veíamos  ridículos con sonrisas grandes.

La segunda vez fue a regreso de Mexico después de mi primer viaje allá con mi novio que ahora es mi marido. Íbamos en mi Volkswagon Beetle o como los mexicanos lo llamaban, el Bocho. Habíamos cruzado la frontera en Mexicali y por eso  tuvimos que atravesar el desierto por una carretera con muy poco tráfico. De repente un grupo de 4 o 5  burros salvajes aparecieron cruzando el camino. Nos miraron con algo de interés pero sin temor y siguieron al otro lado. Nada sucedió pero la imagen se queda como un video en mi memoria.

La tercera y última vez también estaba durante un viaje a Mexico en 1977. Nos quedábamos un rato en la Isla Mujeres, antes de que había mucho desarrollo turístico. El lugar no tenía habitaciones, así  que dormíamos en las hamacas exteriores. Una mañana, me desperté y había un burro a uno o dos metros de distancia de mi hamaca. Me miró unos pocos minutos y luego, sin prisa, se alejó. Compré unas zanahorias por si regresara él, y aquella tarde antes de que salimos de la isla, el volvió y se le di.

Todos estos momentos eran sin drama, pero todavía son memorias que atesoro.