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Casi nunca bebo un gin-tonic cuando estoy aquí en California, pues mi favorito brebaje alcohólico es una cerveza fría. Sin embargo, cuando antes viajábamos como turistas en Europa, un gin-tonic era mi bebida de preferencia. En Londres descubrimos una destilería de ginebra llamado el Temple Bar demasiado cerca de nuestro hotel. Era muy elegante y de la moda pero a la misma vez acogedora. De hecho, el interior hermoso del bar es la primera foto en mi teléfono de nuestra visita a Londres. Eso fue el lugar en que me convertí en una fan entusiasta de un buen gin-tonic y he de insertar aquí el adjetivo "bueno" porque es cierto que no todos gin-tonics son buenos.
Despues de Londres fuimos a Cádiz donde también encontremos buenos gin-tonics en un bar llamado Elfrides, ubicado en la Plaza de Mina. Tengo memorias agradables de ir allá a las 8 de la tarde para sentarnos afuera, mirar a la gente con sus familias cuyos niños jugaban y corrían en el parque, beber un gin-tonic, ¡solo uno!, y picar maní sin pelar hasta que los restaurantes abrieran para cenar.
Quisiera compartir con ustedes un incidente divertido sobre la primera vez que traté de pedir un gin-tonic en España. Había querido mostrar mi dominio de la lengua y le pedí al joven camarero "me gustaría una ginebra con tónica, por favor.". Me miró con una expresión perpleja, luego otro camarero con mas experiencia le dijo "vale, ella quiere un gin-tonic.
Lo que me impresionó en ese bar era que siempre nos trajeron la botella de ginebra a la mesa para mostrarnos que el licor fue hecho en España y nos aseguraron que era de la más alta calidad. También descubrimos que tuvimos que decir la palabra "párate" porque los camareros verterían el ginebra hasta que les dijimos, "párate, es suficiente, gracias, tenemos que andar desde aquí hasta el restaurante sin caernos".
En conclusión, creo que recuerdo que los mosquitos me picaron unas veces en el bar, pero gracias a los gin-tonics no me infectaron con la malaria.
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