Me casé con el conductor de tren que me salvó la vida

[Helen Norris]

Aunque la expresión, "los actos de bondad al azar" puede sonar algo manida, los propios actos no son. Por eso, cada vez que oigo, veo o leo sobre una persona que ha ayudado a un extranjero sin esperar una recompensa me siento una sensación de bienestar y reafirma mi esperanza para el ser humano. A veces, unas lagrimas brotan en los ojos, como puede pasarme durante una escena conmovedora y aún cursi en una película. 

No me acuerdo una mano amiga en mi vida tan impactante como en esta historia sobre el conductor de tren que ayudó a la mujer que la escribió, pero sí, he recibido más de mi parte de ofertas de ayuda. Para mí, los actos pequeñitos de bondad pueden alegrarme el día. En cambio, hay los momentos cuando no quiero que nadie me ayude y es difícil  de saber cómo rechazar la oferta sin parecer ingrata.  Y también, a veces, una persona puede sospechar que la otra tenga motivos encubiertos. Entonces, como en muchos aspectos de las interacciones  sociales, uno tiene que tratar de utilizar el sentido común para decidir si es prudente que ofrezca o reciba un acto bondadoso. Sin embargo, en ciertas ocasiones todo sucede muy rápido y no hay mucho tiempo para pesar los pros y los contras. He experimentado los resultados buenos y malos en ambos papeles y opino que la mayoría del tiempo, vale la pena correr el riesgo.