Clase de Carmen, el jueves, el 2 de julio de 2020

[Mary Moycik]

A mí me gustan los crucigramas y las rompecabezas porque son modos de escapar de mis preocupaciones y problemas.  En la filosofía de budismo, hablan del fenómeno de «mente de mono», que refiere a cuando tienes un pensamiento que induce otro, que induce otro, que induce otro, y así sucesivamente.  Las ideas saltan en tu mente como un mono salta de una rama a otra sin terminación.  Pues, las rompecabezas pueden distraer tu mente y romper el tren de pensamientos para que te sientes calmado. 

 

Empecé hacer los crucigramas hace cerca quince años, cuando estudiaba las leyes.  Mi esposo me los inició.  En ese tiempo, yo estaba una esnob porque pensaba que crucigramas eran una pérdida de tiempo.  Pero, no tenía razón yo.  Empecé hacerlos en medio de la noche, porque me ayudaban volver a dormir.  Y ahora, mi esposo y yo hacemos juntos los crucigramas diarios del New York Times, las que llegan a ser más difícil de lunes a sábado.  La de domingo siempre tiene un tema, lo cual acta como pista adicional.  Mi esposo resuelve lo que pueda y me la da.  Yo resuelvo lo que pueda y se lo de vuelvo.  Los hacemos en plumas de colores diferentes para que ver quien respuesta el más.    

 

Cuando visita mi familia, hace las rompecabezas con mi madre.  Elle siempre tiene una en curso y sigue trabajándola casi cada noche.  Mi familia es grande y cuando la visite, hablo con muchas personas del minuto que me levanto hasta me acueste.  No soy acostumbrada a tanto charlar, preguntas, bromas y a veces, cantar.  Es bien, pero para mí, es abrumando.  Por eso, muchas noches, hago una rompecabeza con mi madre.  No hablamos de nada, excepto para decir una cosa como, «¿Quedan algunos pedazos rojos?» o « No puedo encontrar este pedazo aquí, cerca la esquina.» Y después de una hora o dos, mi siento más tranquila.