Clase de Carmen_05-12-2019

[John Santibanes]

El jardinosofía del Sr. Beruete comunica que trabajar la tierra nos ayuda a suspender el pensamiento y vaciar la mente. Es una idea atractiva pensar en cuidar un trozo de tierra como una manera de cuidarse a sí mismo. En cuanto a eso, al estimado poeta le tomo la palabra. Al contrario de su maestría, en mis proprios encuentros con la naturaleza tengo poco interés en dominarla. De vez en cuando pienso en comprar una casita con suficiente tierra para cultivar un pequeño vergel, pero con el paso del tiempo eso es un sueño que se desvanece. Tal vez tendré que contentarme con los recuerdos de cortar el césped de la casa familiar cuando era adolescente o regar las plantas en mi departamento, aunque esas actividades me ofrecen escasas oportunidades para la autorreflexión. 

Cuando pienso en la conjunción de la naturaleza y un escape de “la celeridad, el consumismo y los ritmos de nuestra sociedad,” sueño con la calma de una larga caminata o la tranquilidad de sentarme meditativamente en un refugio sereno.  Sin embargo, considero que es un reto vaciar la mente o mantener alejados a las preocupaciones de la vida por más de pocos segundos.  La semana pasada hablaba con un amigo sobre nuestra experiencia con la meditación, y sonreía al contarle que durante una sesión de 45 minutos en la sala oscurecida del centro de meditación a menudo es difícil seguir sentándome sin pensar en el malestar físico o en el deseo de escuchar sonar el maldito gong. Pero por cualquier cosa que hagamos para calmarnos, sea meditar, escuchar la música o cultivar un trozo de tierra, coincido en que es esencial distraernos del día a día y tratar de acercarnos a un ritmo natural que nos apacigua.