Clase de Carmen, el martes, el 21 de abril de 2020

[Mary Moycik]

El otro día di un paseo.  Aunque no iba a un lugar específico, me di prisa porque la pandemia me puso ansiosa.  Hacía frío, y comencé a dar diente con diente.  Me di cuenta de que debí haberme puesto un suéter, pero no di vuelta atrás.  Seguí caminar y caminar como si pusiera escaparme de la pandemia. 

Después de mucho tiempo, vi un animal pequeño en la distancia.  Al principio, pensé que era un zorrillo, pero después de lo acerqué, me di cuenta de que era mi perro Bobo.  Grité su nombre.  Él paró, pero me dio las espaldas.  Di gritos otra vez, pero él corrió en la otra dirección.  Pues, Bobo no sabía que antes de lo adoptamos yo era un esprínter y cuando me doy ganas de correr, puedo correr más rápido.  (Una vez, corrí la carrera de 100 metros en 11 segundos y el récord por las mujeres es 10.46 segundos, pero no quiero jactarme.)  Di caza a Bobo.  Él no tenía la posibilidad alguna.   

Cuando lo alcancé, Bobo di la bienvenida, como si no me hube visto.  Le dije, «¿Por qué me dio de lado?»  Él dijo, «¿De qué hablas?  No entiendo.»  Yo dije, «Tu nombre es Bobo, pero no eres tonto.  ¿Por qué no me esperó?»  Bobo no dijo nada, pero en eso momento una caniche francésa muy atractiva corrió cerca y me di con la respuesta.  Bobo se fue rápidamente con la caniche y yo tuve que caminar a casa sola.