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Cuando era niño, Alfonso era un niño como los otros. A Alfonso le gustaba jugar futbol y tenis, pero su actividad favorita era darles besos a su mamá y su abuela. Deseaba que su mamá nunca vaya a su trabaja y que siempre se quede con el en la casa.
Cuando Alfonso cumplió 7 años, un invitado muy particular vino a su fiesta. La cosa que era particularmente extraño con este invitado era que nunca lo invitaba! Era como si él aparecía en la cocina de la abuela!
Alfonso era un niño muy curioso, y cuando encontró a este hombre, le preguntó: “¿Hola, yo soy Alfonso, quién sos vos?”. Y el invitado le contestó: “Hola Alfonso, yo soy Ratus, y soy un genio. Apareci en la cocina fabulosa de tu abuela, porque tengo un regalo para vos.”.
Alfonso se puso sorprendido y le dijo: “?Un regalo? ¿Para mí? Pero, no te conozco Ratus! ¿Ahora dime, cuál es mi regalo?”.
De repente, Ratus saltó sobre la mesa y le gritó a Alfonso: “Tu regalo, humano pequeño, es que te doy tres deseos! Pero hay una regla: No podés desear tener más que tres deseos. Ahora, yo me voy, y voy a volver en tres días para realizar tus deseos. Hasta pronto!”. Dos segundos más tarde, Ratus se desapareció.
Alfonso guiñó sus ojos y los frotó. En este momento, pensó que solo era un sueño, y que probablemente imaginaba todo. Volvió a la fiesta y jugó con sus amigos.
El mismo día, por la noche, Alfonso no pudo dormir. Por toda la noche, pensó en el genio. Se dijo: “Tal vez… Tal vez era de la verdad y tengo tres deseos. Pero… Tres deseos para otros, no para mi. Y esa regla, que no puedo desear tener más deseos.. Que estupido! Mañana, les pregunta a los niños en la escuela.”
El día siguiente, Alfonso fue a la escuela y les dijo a sus amigos sobre el genio. Los chicos le dijeron: “Tenés que desear que te dé más deseos”, “Tenés que desear que los boca juniors ganen la copa.”, “Tenés que desear que la maestra no nos dé tareas”, “Tenés que desear que Messi vuelva a Buenos Aires”, y ciento más ideas! Pero ningún estaba suficiente buenas para Alfonso.
Dos días más se sucedieron, después de que la abuela de Alfonso se puso enferma. Alfonso lo aprendió exactamente dos minutos antes de Rattus aparecer de nuevo.
Rattus le dijo a Alfonso: “Humano pequeño, ahora es el momento para vos de decirme cuáles son tus deseos.”
Alfonso le preguntó: “¿Disculpame Rattus pero, es posible esperar un día más? Mi abuela se puso enferma, y no tuve tiempo para elegir mis deseos”.
Rattus esperó un momento y le dijo: “Lo siento humano pequeño, pero no es posible. Sin embargo, podés decirme el primer deseo ahora, y los otros mañana.”
Alfonso le dijo: “Dale, entonces, deseo que mi abuela no tenga su enfermedad.”
Rattus esperó un poquito y le dijo: “Dale. Lo hizo. Tu abuela ya no tiene sur enfermedad. Hasta mañana.” Y se desapareció.
Alfonso estaba muy feliz. Su abuela ya no estaba enferma! El día siguiente, cuando el genio volvió, Alfonso le dijo: “Rattus, muchas gracias para curar mi abuela! Tengo mi segundo deseo. Yo deseo que los bocas juniors ganen todas las copas por los próximos cien años.”.
Rattus no estaba impresionado. Alfonso no era el primer niño a quien le daba deseos, y era la centésima vez que oía este deseo, pero su tarea era conceder deseos, y este deseo el concedía. Le dijo a Alfonso: “Ahora. Ya tengo un deseo más. ¿Sabés que va a estar?”
Desde el día de antes, Alfonso tuvo mucho tiempo para pensar a su último deseo, y empezó a sonreír.
“Si, Rattus, ya sé. Pero, antes de te decirlo, tengo una pregunta para vos. ¿Si sos genio… podés conceder deseos a vos? Yo soy un chico más curioso…”. Rattus se puso enojado y le contestó a Alfonso: “Por supuesto! Chico, está una pregunta bastante estupida! Ahora, dime cuál es tu deseo!”
Alfonso sonrió y le dijó: “Mi último deseo, Rattus, es simple. Deseo que me conviertas genio!”.
Y esa era la historia de cómo un humano pequeño se hizo genio!
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