Naomi Osaka

[John Santibanes]

Al momento de ganar el premio más glorioso de su profesión, la joven fenómeno Naomi Osaka se quedó con la cabeza gacha, escuchando los abucheos del público y tratando de esconder sus lágrimas.  No era importante que la muchedumbre no abucheara a ella. El momento de gloria de Osaka tendría que esperar hasta que se agotara la causa del tumulto: la rabia de su contrincante hacia el árbitro.  Tal vez esto es algo que los competidores tienen que soportar, o tal vez en el mundo actual de deporte no perder es tan importante que ganar.  Hay jugadores que sobresalen por el talento y la habilidad y que son modelos de la integridad, la disciplina y el buen temperamento.  Los admiramos mucho.  Y hay jugadores que se enfrentan a los árbitros y pierden control de sus emociones, pero ganan de todos modos.  De ellos, se atempera nuestra admiración.  ¿Deben ser los jugadores ejemplares de buen comportamiento o es suficiente que en la cancha sean lo mejor que puedan ser? Un hincha no pide de sus héroes la perfección sino la dignidad.

 

¿Y los que se sientan en la tribuna o en su salón mirando por televisión, que responsabilidad tienen ellos de comportarse bien, de actuar con dignidad?  El mes pasado, después de que Nueva Orleans perdió a Los Ángeles en la semifinal del fútbol estadounidense, dos hinchas presentaron una demanda contra la liga porque el árbitro no pitó un penalti que habría cambiado el resultado final. ¿Qué dignidad hay en eso, de emprender una acción legal sobre el resultado de un partido?   A veces para el jugador así como para el hincha, no perder es tan importante que ganar.