Por qué hablar con extraños puede hacernos más felices

[Helen Norris]

Yo crecí en las décadas  de 1940 y 1950, 40 años antes del autor de este articulo, durante una época en que no había tanto miedo como ahora de interactuar con desconocidos o por lo menos es cómo lo recuerdo. Aparte de advertirme contra aceptar dulces de extrańos mis padres me animaban a hablar de cortesía con desconocidos siempre que no parecieran muy raros. Si yo fuera una madre en el mundo de hoy, aunque querría hacerlo, no puedo decir que me sentiría  cómoda criar a un niño como me hicieron mis padres.  En nuestra sociedad actual los padres han de desempeñar un acto de equilibrio muy delicado y es importante que enseñen a sus niños cómo juzgar  con rapidez el carácter de los desconocidos. Si tengan éxito, valdrá  la pena porque hay tantos beneficios  de conocer a personas con perspectivas y experiencias distintas. También, puede ser divertido y a veces hacernos y a los demás  más felices.

De hecho, todavía tenemos pegados en la puerta de nuestro frigorífico dos imanes que pertenecían  a mi suegra y que ella solía  poner en el suyo. Ambos tienen frases curtís y recuerdo que cuándo los vi por la primera vez me puse los ojos en blanco y me pensé, ¡uf, que tontería! Pero con el paso de los años me he hecho más  agradecido de sus sentimientos. Un imán tiene la expresión, "La vida es corta, come el postre primero" y el otro dice "Los extraños son solamente amigos que todavía no hemos conocido". La verdad es que mi suegra vivía según esas normas. Adondequiera iba ella, siempre entablaba una conversación con cualquiera. Después de haberla visto en acción muchas veces, decidí que era por el hecho de que fuera irlandesa y de que ella hubiera besado el Blarney Stone y a cambio él  le había regalado el don de los labios. Creo que mi suegra era prueba de que cuando hablamos con extraños podemos sentirnos más felices, porque hasta su último día, ella tenía una perspectiva de vida positiva.