La clase de Carmen: La tarea 4 diciembre 2019

[Harriet Fotis]

No soy una jardinera.  Cuando yo era niño, mi madre y mi padre eran jardineros.  Mi padre tenía un gran jardín para verduras y a mi madre le gustaba cultivar flores, especialmente rosas (Portland es conocida como La Ciudad de Roses).  Y ninguno de ellos nunca quiso mi ayuda.  De hecho, mi madre solía decir que yo tenía un "pulgar negro" y yo era el "beso de la muerte" para cualquier planta.  Y creo que puede ser cierto.  Tengo problemas para mantener vivas mis dos plantas en maceta.  No hace falta decir, cuando mi vecina y yo compramos nuestro edificio (que venía con un gran patio trasero), acordamos contratar a un jardinero.

También, no soy un gran filósofo, pero mi actitud hacia la naturaleza probablemente esté más o menos de acuerdo con Francis Bacon, que "la única manera de controlar la naturaleza es obedecerla" o en otras palabras "no te metas con la Madre Naturaleza”.  Como me encanta tanto estar en la naturaleza, es fácil para mí entender por qué a la gente le gustan los jardines.  Pueden disfrutar de los beneficios que la naturaleza tiene para ofrecer sin salir de su casa.  (Este es probablemente una simplificación de una cuestión más compleja).

Para mí, me gusta la cosa real.  La felicidad para mí es ser uno con la naturaleza.  No hay nada como la sensación del bienestar que tienes cuando caminas por el bosque en un día lluvioso en invierno o ves a una ladera de flores silvestres en primavera.  Sólo quiero sorprenderme de la maravilla de todo.  Para citar a uno de los filósofos, qué mejor "mindfulness" que estar en la naturaleza, centrando tu conciencia enteramente en el momento presente.  El resto da igual.

He tenido mucha suerte de haber podido experimentar tanta naturaleza, pero temo que las generaciones futuras no sean tan afortunadas.  El hombre no ha hecho un muy buen trabajo de coexistir con la naturaleza y serán las generaciones futuras las que tendrán que pagar el precio por las acciones del pasado.