La clase de Romina: La tarea 5 abril 2018

[Harriet Fotis]

Cuando mi grupo y yo caminamos en Monte Tamalpais los fines de semana, es muy común encontrar personas que no saben dónde están. Ellos no están necesariamente perdidos, pero sólo confundidos. Mi preguntas favoritas son: ¿Sabes dónde estamos? o ¿Dónde está el lote de estacionamiento? (Hay al menos cinco lotes de estacionamientos).

El domingo pasado, sin embargo, fue la primera vez que encontramos a un chico que estaba perdido. Tenía ocho o nueve años de edad y se había separado de su madre y sus amigos. El pobre chico estaba cerca de las lágrimas. Mientras él sabía el número de teléfono celular de su madre, el problema era, no había recepción en los árboles. Tuvimos que caminar durante diez o quince minutos antes de la que podríamos llamar a la madre. La madre se sorprendió al saber que su hijo había desaparecido. Ella pensó que él estaba con sus amigos (ella se había detenido a hacer una llamada el teléfono). Pero ahora teníamos un nuevo problema. Ella no podía decirnos dónde estaba o el nombre del sendero. Ella necesitaba encontrar a sus amigos. Esperamos y diez minutos más tarde alguien nos llamó y pudimos hacer arreglos para reunirse con ellos. Al parecer, el chico había corrido por delante del grupo y tomado el camino equivocado. Él había ido en la dirección opuesta de los otros. Para cuando conocimos a la madre y a sus amigos, el niño prácticamente se había convertido en uno de nuestro grupo. Parecía estar pasando un buen momento con nosotros. Pero, también creo que estaba muy feliz de ver a su madre.